EL DIARIO DE ÚRSULA

(La Criminala de Jávea)

 

LOS HECHOS:

Estimado lector/lectora.

Como preámbulo, debes saber que todo cuanto leerás desde la primera hasta la última página, por extraordinario e increíble que parezca, está inspirada en hechos reales.

Si bien es cierto que la peculiar forma de relatar esta historia, han sido interpretada bajo la influencia y realce de una mente en exceso imaginativa, cruzando incluso la línea temporal, y con unos matices propiamente inéditos, debo añadir, exceptuando todo cuanto al presente excede, que una gran parte de este relato es cierto.

Del mismo modo, y como autor de esta novela, añado, gracias a los testimonios excepcionales que en las siguientes páginas se irán desvelando, que me siento un privilegiado, que sin ellos, a los que les estaré eternamente agradecido, la verdadera historia de la Criminala de Jávea, y así mismo, aunque en mundos distintos la de Félix, principal personaje de este relato, ambas se hubiesen desvanecido en el tiempo, cayendo finalmente en el olvido.

Amigas y amigos, espero que disfrutéis tanto como yo mismo disfruté escribiendo cada una de las siguientes páginas.

Tal vez me equivoque o tal vez no, en cualquier caso, ello es algo que solo depende de ti, pero convencido estoy, de que, pasado un tiempo, en lo más recóndito de tu mente, de nuevo “El Diario de Úrsula” volverá a llamar a tu puerta. Será entonces, cuando sentirás una extraña atracción y necesidad por volverte a reencontrar de nuevo con las páginas que ahora mismo estás a punto de leer.

Dentro de unos años, cuando hayas olvidado el lugar donde guardaste este libro, la inherencia involuntaria te lo pida, y el olor característico e inconfundible del paso de los años vuelva a ti, abrirás por segunda vez estas mismas páginas. Solo entonces, una oleada de nuevas emociones te recordará, que la verdadera magia si existe… tus anhelos, tus sueños, la auténtica felicidad… pero no esperes a que esta vaya a tu encuentro, si aún no has dado con ella, búscala sin cesar cueste lo que cueste hasta encontrarla. Por experiencia puedo asegurarte que el esfuerzo merece la pena.

Nada más me queda decirte, que “Gracias”; que como alguien un día me dijo, suplantando a la frase original, “los amigos de los libros son mis amigos”. Yo por mi parte, te tiendo la mano, aunque nadie nunca nos haya presentado, para ofrecerte toda mi amistad, pues las sensaciones que vivirás desde el primer hasta el último momento, tal vez sean tan reales e intensas, que ambos, aunque jamás lleguemos a conocernos, habremos compartido instantes únicos que nos unirán para siempre.


 

 

PRESENTACIÓN:

“El Diario de Úrsula” narra la vida de un singular personaje fascinado desde muy temprana edad por unos acontecimientos que conmocionaron al pueblo de Jávea un 28 de junio de 1920.

Para poder entender de principio a fin todo cuanto atañe a esta extraordinaria historia, es necesario regresar al pasado, conocer a Félix desde sus primeras experiencias en la vida hasta que llega a ser un octogenario.

Desde el primero hasta el último de los capítulos, iremos conociendo a dos peculiares personajes, aunque pertenecientes a mundos distintos, por algún extraño e inexplicable motivo, estrechamente conectados en el tiempo.

 

EL DETONANTE

 

27 de abril de 1992

Varios vehículos de la policía de Jávea, son movilizados por las continuas llamadas de vecinos perplejos por lo que estaban presenciando en la zona del Montañar, junto al emblemático Hotel plata. Ese mismo que a finales de la década de los años 30 abrió sus puertas con el nombre de “Bar Estrella”.

«Es increíble ver la rapidez con que las cosas cambian y nos olvidamos de ellas, pero así es la vida, inexorable y vertiginosa».

El agente que atendía las llamadas, respondió a todos lo mismo: que ya andaban de camino. Así estuvo durante un largo rato atendiendo sin cesar.

En pocos minutos, como si de una película de acción se tratase, varios coches patrulla, con sus luces y estridentes sirenas, se dirigieron a toda velocidad desde sus posiciones hacia su destino.

De lejos, se advertía en medio de la calzada, una enorme retroexcavadora de cadenas, una pala Caterpillar, y un camión de gran tonelaje, frente a la que era sin duda la más emblemática de las casas que jamás se habían construido en Jávea: “Vista Alegre”.

Ante el desconcierto por lo que parecía que iba a ocurrir, un tumulto de gente se agolpó frente a la icónica edificación. Entre sus comentarios, todos se preguntaban lo mismo ¿Cómo era posible que alguien tuviese la intención de arrancar de cuajo, un pedazo tan importante de la historia reciente de Jávea? Pese a su oscuro y misterioso pasado, se trataba de un elemento que no solo formaba parte del aquel idílico emplazamiento, además estaba en los corazones de miles de nostálgicos y enamorados de Jávea.

Lo que ese día la burocracia administrativa permitió, a pesar de la reprobación moral de los técnicos y personal que se vio envuelto en el demoledor litigio, entristeció a muchos, pero sin duda la peor parte se la llevó Félix. Pese a ello, algunas veces las cosas que más duelen son las que nos rescatan de nuestro propio letargo y las que nos hacen reaccionar.

Fue entonces, cuando el manuscrito que nuestro insólito personaje, con tan solo doce años escribió, y abandonó en un viejo cajón para alimentar a las lepismas, resurgió con la fuerza de un ciclón.

Más de una década después de acabar su primera obra escrita y abandonar sus aspiraciones como candidato a emprender la que podría haber sido su carrera literaria, rescató las cientos de páginas escritas, para añadir y reescribir algo que años atrás nunca hubiese imaginado que ocurriría. No sabía cómo lo iba a conseguir ni cuánto tiempo iba a tardar, pero tal como le pronosticó la sabia mujer en aquel fantástico verano de 1977 el momento había llegado.

 

PRÓLOGO

 

El dorado atardecer de un espléndido día de finales de marzo, ardía en el cielo, reflejándose en los tejados de las viejas casas. Era un espectáculo divino que invitaba a recorrer las calles sin rumbo fijo.

Por una angosta calle aún por asfaltar, una joven encinta con su apuesto acompañante, paseaban cogidos de la mano como una pareja de enamorados. Pululaban dejándose llevar sin una dirección aparente, mientras conversaban al son de un lento paseo. Sus miradas brillaban en un armónico momento de paz como si el mundo fuese perfecto y las calles un paraíso terrenal. Hacían cábalas sobre su apremiante futuro, sin advertir, como el último aliento del día, se tornó en una espléndida noche ataviada por una luna llena coreada de estrellas.

En su apacible paseo, la joven rezumó algo mediante pausadas palabras.

—¿Lo has visto?... ha sido una preciosa estrella fugaz

—No, lo siento… no he llegado a tiempo —respondió con cierta decepción el joven—, pero tú que la has visto, ya sabes lo que debes hacer.

—Ya lo he hecho —dijo ella con la encantadora sonrisa que la caracterizaba.

En su deseo Irene pidió que su hijo naciese sano y feliz, sin sospechar que los futuros papas estaban a punto de engendrar a un personaje… digamos… un tanto singular.

Los dos jóvenes siguieron andando despreocupados y disfrutando de tan apacible crepúsculo, preguntándose cómo sería sus vidas después de que un bebé aún sin sexo conocido, se uniese a la familia que en breve iban a formar.

 

 

CAPÍTULO 1

 

 

Domingo de Ramos de 1.966 

Tras un parto complicado por estrangulamiento que casi arrebata la primera bocanada de aire del recién nacido, finalmente tuvo lugar el llanto de un bebé y un final feliz.

Ese 3 de abril de 1.966, que casualmente coincidió con la celebración de un acontecimiento tan importante como fue la entrada de Jesús de Nazaret a Jerusalén, nació el pequeño Félix.

En aquellos años, los novicios padres, aún jóvenes para ejercer como tales, estaban muy ocupados y pasando momentos difíciles, tanto económicos como personales, por la carga de responsabilidad que conllevaba los cuidados de un recién nacido, pero ello no les impidió seguir adelante con sus planes de futuro.

Irene, la madre de Félix, ese mismo año inició sus estudios de magisterio por libre para no dejar solo a su pequeño con los abuelos y su ocupado esposo que, en aquel entonces, trabajaba para su padre como corresponsal del Banco Hispano. Solamente contaban con el precario sueldo de Vicente. Debido a ello, estuvo a punto de dejar sus estudios para ponerse a trabajar y aportar de ese modo mayor estabilidad familiar. Esto nunca ocurrió porque ambos abuelos la disuadieron de su equivocada pretensión ofreciéndole todo su apoyo.

Por aquel entonces, Pepito, el abuelo paterno de Félix, además de llevar la corresponsalía del Banco Hispano y ejercer como gestor para algunas empresas del pequeño pueblo, hizo sociedad con otro empresario. Fruto de este consorcio, compraron un terreno en Jávea a segunda línea de playa y construyeron un bloque de cuatro apartamentos.

Pepito, por su parte, además, adquirió dos pisos nuevos, uno de ellos para que los novicios padres junto a su retoño tuviesen su primer hogar.

Benjamín, su otro abuelo, era maestro en Jesús Pobre, una pequeña pedanía dependiente del municipio de Dénia, cuyo encanto aún hoy se conserva.

Durante sus primeros años de vida, Félix no se apartó de su madre. Ella necesitaba sentir su presencia para concentrarse en sus estudios.

A pesar de contar con el piso que su suegro le había facilitado, la mayor parte del tiempo estuvieron en Jesús Pobre con sus padres. De esa forma, Irene, que contaba con la ayuda de su madre, podía dedicar más tiempo a estudiar.

Durante los fines de semana, los jóvenes padres y el pequeño Félix aprovechaban para estar juntos en casa de los abuelos paternos. A un par de calles, estaba el cine. En esa misma edificación había un bar y justo arriba, en la planta superior, la sala de baile donde se hacían los guateques típicos de la década de los 60. Este era el punto de encuentro donde acudían para divertirse con sus amigos. Fue, a partir de ese momento, cuando el pequeño Félix empezó a experimentar sus primeros recuerdos. Se vio a sí mismo correteando al ritmo de la música por la gran sala de baile con unos pantalones cortos y un jersey de ante blanco. Los chicos y chicas que allí estaban le parecían gigantes. Ellos vestían impecables, con elegantes pantalones, camisa blanca con corbata y el pelo a lo James Dean. Algunos, a pesar de que ya había pasado más de una larga década desde su fallecimiento, le imitaban no solo en su peinado, también manteniendo el cigarrillo en la boca del mismo modo que lo hacía James en las portadas de revistas y carteles de cine.

Las chicas solían llevar un vestido corto o por las rodillas; en ambos casos ancho. Llamaba la atención algunos divertidos zapatos de claqué blancos con la puntera negra que contrastaba con el resto del zapato. Esta peculiar moda heredada de Broadway aún se conservaba en la década de los 60, tanto en el calzado masculino como en el femenino.

La generación de los guateques pertenecía al llamado movimiento “ye-ye” comprendida entre mediados de la década de los 60 y principios de los 70. Atrás quedaban las clásicas coplas y boleros para dar paso a las nuevas juventudes que revolucionarían la vieja España en todos sus sentidos.

De esa primera y breve experiencia en la vida, Félix recordaba detalles agradables.

En el verano de 1970, descubrió en el desván de la casita de sus abuelos, lo que para él sería el mayor tesoro con el que podía soñar.

Fue en ese preciso momento de soledad y exploración, cuando el pequeño Félix, avistó algo que cambiaría el rumbo de su vida para siempre. Lo que allí vio, fue una de sus mayores fuentes de inspiración, un estímulo con el que algún día Félix sorprendería al mundo.

Se acercó al gran lecho que había en el centro de aquel arcano lugar para observarlo desde otro ángulo. El suelo, lucido de cemento, ofrecía un color gris oscuro que confería una sensación neutra al combinarlo con el blanco envejecido de las paredes. Los elementos situados a su alrededor, otorgaban al desván un espacio abierto y libre de obstáculos, entre ellos, un gran número de cajas apiladas contra una de las vastas paredes que conformaban aquel mágico lugar.

Para obtener una mejor visión, se encaramó a un pequeño catre colocado en una de las esquinas; desde allí atisbó, en medio de la apertura parcial de una de las cajas que yacía en el suelo, lo que parecía el dibujo de un jinete medieval con su caballo. Saltó entusiasmado de la cama y se apresuró a escudriñar el interior de la caja. Al apartar las tapas a medio cerrar, su sorpresa fue mayúscula. Había encontrado el mayor hallazgo que jamás hubiese podido imaginar. Una caja llena de viejos tebeos, que su tío Felipe, hermano pequeño de su madre, había ido coleccionando durante varios años, y por los cuales ya no tenía el más mínimo interés.

A sus pies se posaba un mundo inagotable de fantasía que marcaría su destino.

El tebeo que tenía entre sus manos le deslumbró. En un primer plano de la portada, aparecía un caballo piafaste con su escudero a ras de suelo por la detonación de un revolver yanqui, en una escena de épocas incongruentes. Miró una y otra vez, intentando comprender la hostil visión de torneos medievales, donde los caballeros se batían en duelo mientras un infiltrado de otra época irrumpía sin una explicación posible.

Abrumado y confuso, se dirigió a la gran cama para acomodarse e intentar averiguar el enigma que escondía entre sus páginas el misterioso tebeo. Esperó que la primera página aclarase en cierta medida sus dudas, pero lejos de instaurar un resquicio de luz, aumentó aún más su incertidumbre.

De repente, su imaginación voló. Cayó en la cuenta de que se trataba de un viajero en el tiempo, no cabía otra respuesta tras ver la primera página. A pesar de que jamás había visto o escuchado semejante quimera, era el mejor argumento para una historia que cabía imaginar.

Inmóvil, con la mirada puesta en las viñetas de la primera página, el pequeño, quedó sumido en un pensamiento profundo que cada vez fluía con mayor ímpetu.

Lo que parecía una estupidez, ahora engendraba una nueva forma de explorar el pasado y una inquietud que jamás le abandonaría.

Ese mismo año de 1970, la editorial Bruguera, que había iniciado sus primeras adaptaciones de fantásticos clásicos a historieta, en 1967, ahora estrenaba 272 ejemplares de la nueva versión en formato tebeo, bajo la denominación de Joyas Literarias Juveniles.

El novedoso ejemplar que Félix tenía entre sus manos, era: “Un Yanqui en la Corte de Rey Arturo” de Mark Twain.

Sin aún saber leer, observó cuidadosamente la primera página.

El que parecía ser el protagonista de aquella intrépida aventura, formaba parte de una época que no se correspondía con la portada. Al parecer, estaba visitando el histórico castillo de Warwick junto a otros turistas. Durante el recorrido, el guía, mostró la armadura de sir Sagremor, uno de los caballeros del Rey Arturo, protegida por una gruesa y consistente vitrina de cristal. En sus explicaciones señaló el agujero de bala que supuestamente había perforado su caparazón metálico. Uno de los asistentes, fascinado por todo lo que estaba viendo, se dirigió a la biblioteca del castillo para buscar más información. El protagonista en cuestión, al percatarse de ello, le siguió y reveló que él en un remoto pasado fue el autor del disparo. Al escuchar tal afirmación, la sorpresa se reflejó en la faz de su interlocutor, como si de un loco se tratase. Pese a ello, hechizado por las sensaciones que le envolvían, accedió a escuchar y descubrir la extraña historia que aquel misterioso personaje tenía que contar.

Aún sumido en la primera página, Félix comenzó a entender la fascinante trama de una historia donde dos mundos paralelos se fundían en uno solo. El inminente descubrimiento, que a partir de ese momento se instauraría en el fantástico mundo del pequeño, marcaría un antes y un después en su joven existencia, sin saber que algo similar e inexplicable le acabaría ocurriendo en la vida real.